Autor: Maestro Andreas

Autor: Maestro Andreas
Autor Maestro Andreas

viernes, 27 de abril de 2012

Capítulo XCVII

Aunque la parada era corta, más de uno hiciera un hueco para aliviar algo más que su vejiga y vientre o calmar la sed de agua.
Le dieron aire a las nalgas, pero algunos las desnudaron para que otros se la metiesen por el agujero y rellenasen el vació que dejaran las heces. Y, de ese modo, vaciaban también las pelotas para que no se les inflasen al cabalgar tanto rato.
Y Nuño aprovechó ese breve tiempo de reposo para llevarse con él a Guzmán detrás de unas matas, mientras Iñigo todavía debía seguír cagando. El esclavo miraba al amo esperando su voluntad y éste lo estrechó contra el pecho diciendo: “No sé si entiendes del todo lo que hice al darle la libertad a Curcio y Fulvio, pero sí sé que al menos intentas comprenderlo. Nadie me conoce como tú y en realidad sólo me importa lo que tú pienses sobre mis actos... Guzmán, cada vez necesito estar más tiempo contigo y no sólo follando”.
El esclavo lo interrumpió: “Amo, ya sé que no me quieres sólo para darme por el culo!”
Y el amo le dio un capón por hablar sin permiso y continuó: “Pero eso no fue lo que me indujo a separar de mí a esos muchachos. Ellos tienen una importante misión que llevar a cabo en Córcega, porque necesitamos gente de confianza en ese lugar. Esa isla está muy bien situada en el Mediterráneo y puede ser un punto clave para que el reino de Aragón pueda dominar tanto sus costas como el comercio. Esa era la otra misión que traía en este viaje. Y encontrar a Curcio y poder devolverle sus dominios me ha dado la oportunidad de cumplirla poniéndomelo en bandeja. Pero este encargo no era de tu tío sino de Don Jaime, aunque suponía una de las condiciones para que este monarca prestase el apoyo necesario a su yerno para ser rey de romanos. Las pretensiones de conquista de Aragón y sobre todo de Cataluña están en este mar más que en el interior de la península de Hispania... Mi amor, la política es así y a veces nos impone grandes sacrificios. Y que todo sea por la grandeza de nuestro rey”.

El mancebo se apretó con ansia a su señor y le preguntó: “Serán necesarios más sacrificios en aras de la alta política y para la mayor gloria de mi tío el rey?”.
Y el conde lo besó y le respondió: “No juzgues con rigor las apetencias de tu tío y no olvides que tú también eres miembro de esa ilustre familia. Puede que sea necesario alguno más, pero para eso aún es pronto”.

Guzmán escuchaba muy atento y se atrevió a decir: “Mi amo, no soy yo quien para discutir de esas materias ni meterme en asuntos tan serios, que sólo incumben a los nobles y reyes”.
Nuño sonrió y volvió a hablarle: “Si que te incumben y deben importarte. Tampoco olvides del todo que eres un príncipe, ni desprecies a tus antepasados, porque alguno de ellos fue un gran hombre y un buen monarca para sus súbditos, aunque no se lo pusieron fácil las aves de rapiña con hábitos y tuvo que luchar con demasiados enemigos a lo largo de sus cuarenta años de reinado”.
El mancebo sintió curiosidad y preguntó: “A quién te refieres, amo?”


 Y el conde añadió. “A tu bisabuelo, Don Alfonso IX de León, que fue un gran rey al que Roma nunca vio con buenos ojos y llegó a excomulgarlo más de una vez. El Papa, so pretexto de contraer sus dos matrimonios con parientes carnales, los anuló originando serios conflictos para el reino y más a la hora de la sucesión. Y el segundo era con tu bisabuela Doña Berenguela de Castilla, hija de Alfonso VIII de Castilla y Leonor de Plantagenet. Y nieta, por tanto, de Enrique II de Inglaterra y Leonor de Aquitania y sobrina del rey Ricardo corazón de león y su hermano Juan. Doña Berenguela heredó el reino de su padre por la prematura muerte de su hermano Enrique I. Pero los nobles castellanos tampoco aceptaron de buen grado a Don Alfonso como su rey y tu bisabuela cedió la corona a su hijo Fernando, tu abuelo. Que a la muerte de su padre le disputaría la corona de León a sus hermanastras, las cuales renunciaron a sus derechos a cambio de una considerable suma. Acuerdo que se formalizó en la llamada Concordia de Benavente. Y tu abuelo se coronó rey de León y unió hasta la fecha todos esos reinos de los que ahora es monarca tu tío Alfonso X. Y ya ves que usa el ordinal que le corresponde por la corona de León y no la castellana, porque su espíritu quizás sea tan leonés como el de su abuelo. El también dicta códigos legales de gran trascendencia y ama la cultura, la música y las artes. Y por eso, yo que soy un noble de ese reino centenario, lo acato y sirvo como soberano legítimo y mi señor”.

Nuño soltó al esclavo y se puso a mear, pero, mientras lo hacía, continuó con su charla: “En realidad lo que nunca aprobaron los clérigos y frailes fue que al ser coronado tu abuelo en León en el año de gracia de mil ciento ochenta y ocho, con tan sólo dieciséis años de edad, convocase Cortes en esa ciudad, en el claustro de la bella basílica dedicada a San Isidoro, y que a ellas, por primera vez en todos los reinos conocidos, se llamase a los representantes elegidos por el pueblo llano en cada una de las principales ciudades. Por primera vez el estado llano tenía voz y voto, igual que los nobles y los obispos, y podía tomar decisiones que obligaban al rey. Es decir, los comerciantes, artesanos y campesinos, sin sangre noble ni alcurnia, tenían igual peso que los poderosos en las grandes cuestiones que afectasen a los reinos de León, Asturias y Galicia. Y eso no se lo perdonaron los clérigos ni los abades ni mucho menos los obispos. Pero las Cortes ya estaban constituidas de ese modo y eso se contagió a los demás reinos como el de Castilla o Aragón. Y más tarde remató la ira papal al firmar un acuerdo de paz con lo almohades. Osea, con el califa, tu otro abuelo, que también acordó la paz con el primo de Don Alfonso, de su mismo nombre y el octavo de Castilla y tatarabuelo tuyo, y que se enfrentó al califa en las Navas, derrotándolo con la ayuda de Navarra y Aragón, entre otros”.

Ahora le tocó mear al mancebo y el conde seguía hablando: “Como ves las cosas no son siempre como parecen o nos las cuentan y grandes hombres pueden pasar a la historia con sus virtudes ensombrecidas o mermados sus méritos, como es el caso del último rey propiamente de León, mi señor Don Alfonso el noveno, sin duda uno de los más grandes de este reino que entre otras cosas fundó la primera universidad en la ciudad de Salamanca, promulgó leyes protegiendo los derechos de sus súbditos y concedió fueros.... Pero tú eres tan único y especial, que aunque para otros esas gestas bélicas son hazañas memorables, para ti sólo se tratan de disputas entre tus parientes. Y en lugar de tirarse los trastos a la cabeza, se matan y mueren por ellos miles de hombres. No es raro que de la mezcla de tanta sangre haya nacido una criatura fecundada por la savia de troncos reales que se amaron y tales intrigas y diferencias les eran ajenas. Tú naciste del amor y no del odio. Y por tus venas corre la sangre de las castas reales más poderosas de nuestro mundo”.
 
Nuño miró la cara del chico y éste sin palabras y sin apartar sus negros ojazos de los de su amo, le besó en los labios para decirle muy quedamente: “El único pariente que me importa eres tú y mi casta es la tuya, porque te considero y te amo más que a ningún otro ser en la tierra. Y aunque tengas esposa, a la que también amo, me considero tu hembra, sin derecho alguno pero con muchas más obligaciones hacia ti que ella. Tú eres mi padre, mi marido, mi amante, mi señor y mi dueño. Mi origen y mi fin. Y yo sólo soy tu esclavo. Eso es lo verdaderamente importante para mí, mi amor”.


“Y tú para mí eres la vida, el sueño y el aire. Lo eres todo y sin ti no deseo nada. Qué puede ser más hermoso que yacer y dormir para siempre contigo?”, dijo el conde dejándose el corazón en un largo beso de amor, prendido en los labios de su esclavo. Y añadió: “Qué puede ser más excitante que unir mi semen a tanta sangre de reyes al verterme dentro de tu vientre”.
 Y dándole la vuelta al chico, le bajó las calzas por debajo de las nalgas y se la metió con un fuerte empujón que le hizo sangrar el ano.

 Al cabalgar de nuevo, Iñigo se fijó en que el mancebo iba un poco ladeado sobre la montura y le preguntó: “Que te pasa?. Tanto te duele el culo que no puedes sentarte derecho? El descanso te lo ha puesto peor”.
Y Guzmán lo miró sonriendo y le respondió: “Ahora me sangra.... El amo se puso ciego y me la metió a saco con una fuerza brutal y me hizo sangre el ojete... Y me escuece y el golpeteo de la silla me molesta. Pero, aunque me he corrido como una zorra, llevo la polla dura otra vez. Me habló de cosas importantes para él y también de las grandezas de antepasados míos, a los que ni conocí ni me preocupan sus hazañas. Pero le excitó mucho pensar que al darme por el culo y correrse dentro, su esperma se mezclaba como esa sangre tan noble y antigua y para lograrlo me rompió el agujero con la envergadura de su verga y el ímpetu de su acometida. Al preñarme su esencia se une a la mía y al no poder fecundarme para crear un hijo en mis entrañas, cada vez que me jode nos convertimos más en uno solo...Es lo mismo que hace contigo cuando te penetra y te llena de leche esa barriguita tan linda y plana que tienes y a él tanto le gusta apretarla al montarte”.

“Eres un cabrón! A ti te ha jodido y a mi no. Y me estás poniendo los dientes largos y el pito duro y babeando como un niño al que le salen los dientes... Verás cuando paremos otra vez... Te estas ganando una patada en el trasero y va a ser tan soberana como todos esos ilustres parientes tuyos”, le dijo Iñigo, al tiempo que el otro, partiéndose de risa, azuzaba el caballo para dejarlo atrás.