Autor: Maestro Andreas

Autor: Maestro Andreas
Autor Maestro Andreas

viernes, 6 de abril de 2012

Capítulo XCI

Las noticias que Carlotti les comunicara el día anterior a sus nobles invitados, se referían a las reuniones que tenía organizadas para tratar del asunto que los llevara hasta Italia y decirles que todas las fuerzas vivas de la república, incluidos los representantes de la Iglesia, eran partidarios de la candidatura de Don Alfonso en lugar de inclinarse por el pretendiente promocionado por Roma.
Y además, ya contaban con la adhesión a la causa de varios príncipes y nobles del norte de la península. Y eso era una gran noticia indudablemente.
Con ello casi cerraban su embajada y las posibilidades del rey para ceñir la bella y enjoyada corona del Sacro Imperio eran casi absolutas. Sólo quedaban unos últimos toques en Génova y el tema estaría zanjado en Italia para disgusto del papado, lo que alegraba mucho a los dos nobles venidos de tierras de la antigua Hispania.

Esa jornada fue provechosa, pero resultó agotadora entre conversaciones y reuniones con grandes señores y potentados comerciantes de la república pisana. No faltaron banqueros y prestamistas, ni los representantes de todos los gremios de artesanos, constructores y artífices de varios oficios.

Nuño estaba cansado y harto de repetir siempre lo mismo y explicar las ventajas de tener como emperador a Don Alfonso en lugar de un sicario de Roma como era Ricardo de Cornualles.
Froilán era más diplomático y le gustaba el juego político, pero el conde prefería la acción e ir directo al grano sin pararse en tanta pamplina ni tantas medias palabras y complots.
Sus personalidades eran distintas y cuanto más indirecto le gustaba ser al otro, más directo era el conde son sus interlocutores. Y por eso los dos formaban un buen equipo y esa era la causa por la que el rey les encomendara la misión a tal pareja.

No faltaron ni un par de visitas a encumbrados eclesiásticos de la ciudad, incluido el obispo y un abad, y el conde ya estaba hasta los cojones de eso y sólo tenía ganas de mandarlos a tomar por el culo en grupo a todos.
Y de dar también por ahí tenían apetencia y por tal motivo se volvieron al palacio de Carlotti junto a sus esclavos, que los aguardaban deseosos de complacerlos en esos menesteres.

Se dieron prisa en reunirse con ellos en sus respectivos aposentos y esa vez Nuño los tenía a todos juntos ante su vista y, una vez desnudo, se tomó con calma por cual de ellos quería comenzar.
Los miró uno a uno sin precipitarse y les hizo girar de pie ante él para verlos por todos lados y saciar sus ojos con la hermosura de sus muchachos.

Estaban guapísimos ese día, tan aseados y perfumados y destacando cada uno lo que más le gustaba al amo de sus cuerpos.
En casi todos era el culo, por supuesto, pero ellos sabían como acentuar mejor su redondez y hacer que la luz la incrementase al reflejarse en la piel del final de la espalda y de los glúteos.



“Buenas zorritas estáis hechas!”, exclamó el amo.
Pero se rió y alargó la mano para indicarle a Guzmán que se aproximase.
Fulvio y Curcio también se miraban el uno al otro, comiéndose de ansia por juntarse, pero a Carolo y Aniano les preocupaba más que a esos otros que el conde no los usase pronto.

A Dino no parecía importarle quedarse relegado y que no lo follase ninguno de los presentes, mas en cuanto apareció en la estancia Lotario su semblante se transformó y sus ojos se llenaron de deseo. Ese soldado tan macho estaba haciendo estragos en el corazón del castrado, que ya no ansiaba como antes le polla de Carolo.
Ahora daba la impresión que el rabo que le hacía mover el culo era el de ese capitán moreno y rudo que lo miraba con una expresión que tanto podía indicar unas gansa locas de joderlo como de zurrarle hasta dejarlo baldado y tirado en el suelo.

A Iñigo ya le estaba comiendo el culo el amo cuando el mancebo, que le comía la polla en ese momento, oyó la voz de su dueño diciéndole: “Guzmán, mójate el agujero que te voy a sentar en mi rabo y cuando te de un azote fuerte, te levantas y se sienta Iñigo.
Y así sucesivamente hasta que os ordene otra cosa... Y tú Dino, chúpale la verga al capitán porque te va a dar por el culo a partir de ahora... Y tú Carolo te quedas con Aniano de momento... Que te la chupe, pero ni lo jodas ni os corráis porque quiero daros vuestra ración después.
Lotario, fóllate a ese eunuco como si se tratase de una mujer, porque es un regalo que te hago para que no olvides que eres un semental. Y más tarde puede que también pruebes el culo de uno de estos machos jovencitos.
De pronto todos se volvieron hacia el capitán y alguno se dijo si sería él el afortunado que catase el tronco erecto que ya asomaba al bajarse las calzas el soldado.
Dino se dio prisa por engancharse al teto que se le ofrecía y lo succionó con tal apetito que más bien lo que quería era tragárselo entero y no sacarle el jugo solamente. Le hizo una mamada prodigiosa y Lotario a duras penas pudo aguantar la leche en los cojones.

Y Nuño le dijo: “Mama bien esa putita, verdad?... Pues verás como te ordeña la verga en cuanto se la metas en el coño”.
Y así como se lo mencionaba el conde, Lotario se la calzaba a Dino, que se abría de patas como una puta perra.

El resto vio con cierta lascivia como entraba y salía del culo de Dino la polla del capitán y se excitaban al oír los agudos gemidos del castrado tanto al sacársela como al encarnársela totalmente entre las nalgas a través del ano.
Nuño también se puso más cachondo aún con el espectáculo y los culos de sus dos esclavos preferidos acusaron el calentón.
A Iñigo casi se lo parte de tanto empujar y calcar para dentro. Pero afortunadamente el ano de ese chico ya estaba muy hecho a la verga de su amo como para romperse por algo así. Sin embargo a Guzmán le hizo gritar y hasta llego a echarse las manos al culo en un gesto instintivo de salvarlo y que no se lo rajase su amo, que estaba salido como un oso en ese justo instante.

En otro cuarto, Fredo debía ir por el segundo polvo dentro del ojete de Piedricco, mas a ese chaval parecía que se le había hecho callo en el esfínter y, con tal de darle gusto, lograba soportar las horas que hiciese falta la respetable tranca de su amante dentro del ano.
Y los otros chicos que no estaban con el conde ni con Froilán, aprovechaban el tiempo como mejor podían revolcándose entre ellos con sus respectivas parejas.
En la alcoba del noble aragonés la leche ya escurría del culo y boca de su dos chavales. Y esta vez el que se llevó la mejor parte del festín fue Ruper al que se la metió dos veces por el ojete.
De todos modos Marco no salió mal parado porque la follada que le dedicó su amo fue larga y portentosamente fuerte y cargada de semen. Pero los chicos lo agradecieron mimando luego a su señor y comiéndolo a besos y caricias hasta quedar rendidos por el sueño.

Y volviendo con el conde y sus jóvenes, le tocaba el turno ahora a Carolo, que algo cortado por la presencia del capitán se doblaba apoyando las manos sobre el lecho para que Nuño lo atacase por detrás con un gran aguijonazo bien metido en el centro del agujero del culo, que pronto hizo su efecto y puso al chico más caliente que un horno de pan.
En cuanto notó la carne del amo en sus tripas, el chaval cerró los ojos y la figura de Lotario se disipó de su mente para gozar del polvo como nunca.
Ya no le importó que el capitán pensase que no era tan macho como siempre quiso hacerle creer y sus jadeos y gemidos ocasionados por el placentero roce y los puntazos de la verga de Nuño en sus entrañas dejaron claro que un hombre llegaba a disfrutar tanto o más recibiendo por el culo que follando con la polla dentro de otro agujero. Y lo que todavía no sabía Carolo es que a Lotario ya no tenía que explicarle nada sobre ese asunto, porque conocía bien la experiencia.

Aniano estaba algo mustio mirando al conde y a Carolo, ya que su culo todavía no se había alegrado con la visita de un rabo bien duro y gordo, pero su espera fue corta y su sonrisa muy significativa al escuchar al amo decirle al capitán que lo cogiese y lo colocase al lado de Carolo y se la clavase hasta el fondo para darles por el culo juntos a los dos críos.

Iñigo y Guzmán descansaban y se tocaban el ojo del culo, que todavía les escocía y ardía, pero sus penes ya empezaban a levantar cabeza otra vez presenciando la monta de los dos más jóvenes de la cuadrilla.

Lotario se enceló con las cachas de Aniano, sin quitarle ojo al maravilloso culo de Carolo ensartado y jodido por la verga del conde. Y el crío sentía su lívido crecer al notar la aspereza del vello de Lotario en casi toda su piel.
Los dos machos follaron como garañones y al ver a Nuño que se encendía como una hoguera en la noche de San Juan y que rugía como un león a punto de estallar en un orgasmo salvaje, el capitán se unió al bramido del otro macho y se vació con tremendas sacudidas dentro de la reducida barriga de Aniano.

Los dos chicos estaban colmados de leche en sus tripas y los machos no descabalgaban de sus lomos cargando todo el peso de su corpulencia sobre los jóvenes potrillos.
Al menor se le doblaron los brazos y dio de narices con las sábanas , mientras que el otro chaval resistía como un jabato la carga de su amo sobre su espalda.

Nuño se incorporó y palmeó en las ancas a Carolo como premiando la buena cabalgada del potranco y el capitán buscó la boca de su montura para besarla y le acarició el pelo en señal de complacencia por el placer que le proporcionó al trotar en su grupa.
Todos quedaron tendidos boca arriba, contentos y con una leve sonrisa en los labios mientras de reojo se miraban Lotario y Carolo. Iñigo y Guzmán estaban de nuevo acogidos bajo el protector brazo de su dueño y cerraban los ojos para mantener en sus retinas esos momentos de lujuria y gozo vividos junto a sus otros compañeros y su señor.

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