Autor: Maestro Andreas

Autor: Maestro Andreas
Autor Maestro Andreas

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Capítulo XXX


Al conde todavía le duraba el subidón de adrenalina de la noche anterior y nada más abrir un ojo agarró a Guzmán y se la metió entera por el culo. No debía retrasarse demasiado porque esa mañana tenía que acompañar al rey a la atarazana real, situada hacia el poniente de la ciudad, en la que Don Jaime mandó construir las naves durante la conquiste de Mallorca y Valencia. Pero aún con premura por la cita con el monarca, Nuño les inyectó por el ano sendas eyaculaciones a sus dos esclavos. Los chicos se levantaron del lecho con la barriga llena y también el estómago, ya que ellos se alimentaron recíprocamente con la leche de sus huevos, al mismo tiempo que el amo los preñaba cogiéndolos por las caderas.

Ya se habían lavado los tres y Hassan y Abdul les ayudaban a vestirse para encontrarse con el rey, Pero Iñigo daba la impresión de andar algo vago esa mañana y no acababa de componerse y estar listo de una vez y acompañar al amo y al mancebo. Nuño se cabreó con el chico y le gritó airado a fin de que se diese más prisa, pero también notó la mirada vidriada de Iñigo y se dio cuenta que casi lloraba. El conde se acercó al chico y poniéndole una mano en la barbilla le dijo: “Mírame a los ojos. Por qué lloras?”. “No lloró, amo”, respondió el chico con voz trémula. “Si mientes tendré que zurrarte. Pero si me dices la verdad puede que te libres del castigo”, agregó Nuño. Iñigo pestañeó y sorbió los mocos para contestar: “Mi señor. Nunca podré ser como él. Ni jamás te serviré con el mismo agrado que Guzmán logra darte... No merezco servir al mejor amo de la tierra”. Y diciendo esto el chaval rompió a llorar.

Nuño miró a Guzmán, intentando descubrir en su mirada el motivo que había afligido de ese modo al otro muchacho, pero la expresión del mancebo era tan compungida como la de Iñigo. Y entonces dijo el conde: “Vamos a ver. A que viene esto?... Qué coño te pasa puto crío de mierda!.... Te refieres a que no apuntas la flecha con la precisión de Guzmán, que puede partir una al medio clavando otra en el mismo punto de la diana?. Es eso?.... O lo dices porque ayer me ayudó a librarme de tres putos imbéciles que malamente manejaban el cuchillo!... Puesto que no lo dirás porque me guste su cuerpo y clavar la verga en su culo. Supongo!.... Crees que es más guapo que tú y por eso me gusta darle mi primera leche de la mañana?..... Pues en todo te equivocas. Incluso si te ves inferior a él por su origen... Iñigo, es verdad que amo a Guzmán y no entendería mi vida sin él. Pero también te amo a ti. Y no sólo te tengo a mi servicio por lo muy hermoso que eres, sino porque me gusta como eres y me haces feliz tan sólo con verte sonreír... Ven muchacho. Recuesta la cabeza en mi hombro y dime sinceramente si mis ojos y mi boca no demuestran como te amo y te deso al acariciarte. Y asegúrame que no te das cuenta de mi pasión y el fuego que me abrasa al poseerte. O si es inferior a la que siento al entrar en su cuerpo... Iñigo, contemplar tu rostro y tu mirada nada más despertarme, vale por mil noches de lujuria con otra criatura que no sea uno de vosotros dos. Manejas la espada mejor que Guzmán, aunque te falte práctica todavía. Y el muy zorro tiene esa portentosa puntería porque es un furtivo y tú, por el contrario, siempre fuiste un hijo de casa noble. Pero mejorarás en eso también. Y lo que es absolutamente falso es que no me des tanto placer como él. Porque hay días que incluso me das más de lo que nunca soñé sentir con un joven que no fuese mi mancebo. Deja que bese tus labios y seque esas lágrimas con los míos”.

Iñigo, por muchos esfuerzos que hacía rompió a llorar otra vez y con más hipo todavía. Guzmán no sabía como intervenir para evitar lo que estaba temiendo desde el principio. Que Iñigo dijese lo que el mancebo no quería oír, aún sospechando que eso era la causa del llanto. Y no pudo hacer nada, porque el otro chico desembuchó todo lo que le atormentaba el pecho. Iñigo intentó mirarle a los ojos al conde y dijo: “Señor, no estoy seguro de amar más a mi amo que a su esclavo. Deseo a Guzmán y sus besos me trasportan a un estado que nunca había sentido antes. Siento que floto sin necesidad de alas, lo mismo que cuando entra en mi cuerpo tu leche, amo. Pero me gusta tocar la piel de Guzmán y dormir abrazado a él para respirar su aliento. Tus besos, mi señor, hacen que me sienta tuyo y no desee más que darte placer. Pero chuparle la polla a Guzmán me encela de tal manera que querría morir sin sacarla de mi boca. Y me encanta el sabor de su leche. Me parece el ser más bello que puede haber en la tierra, mi amo. Y podría pasar todo el día contemplando su cuerpo desnudo. Sé que él sólo desea y ama a su amo. Y yo os deseo a los dos. Y por todo eso me siento desgraciado. Creo que te traiciono y no merezco servirte, mi señor”.

Guzmán esperó la tormenta y a punto estuvo de abrazar a Iñigo para soportarla juntos. Pero Nuño no gritó ni se apartó de Iñigo. Lo estrechó con más fuerza contra el pecho y le dijo: “Mi niño. No llores, porque todo eso que dices ya lo sabía. Y no me traicionas por amar a Guzmán, ni por desearlo y ponerte cachondo al verlo y tocarlo. Cuanto más os améis los dos, más me amáis a mí. Y eso me hace inmensamente feliz. Nunca comparéis ni envidiéis en nada al otro. Porque él es una parte de mi ser y tú la otra... Y los tres formamos una unión perfecta... Y hay una faceta en la que creo que sois iguales. En lo listos que sois, pedazo de cabrones!... Ven Guzmán... Dile a este majadero lo que sientes por él y como te empina el pito sobarle el precioso cuerpo que tiene. Por no decir besar su jugosa boca y comerle el pene a trocitos. Hay veces que si no intervengo poniéndote a cuatro patas y dándote por el culo bestialmente, te lo comerías entero y no dejarías nada para mí”. “Si no lo sabe ya, es porque no es tan listo como dices, amo. O le gusta que le regale el oído diciéndoselo en voz baja cuando nos morreamos en la cama antes de dormir”, contestó Guzmán.

Y Nuño se echó a reír añadiendo: “Qué par de putas!... Ya veo que te estás volviendo demasiado goloso y tragón desde que Iñigo está con nosotros. Es un bocado muy apetitoso, incluso para alguien que sólo desee gozar por el culo. Pero quiero que os busquéis en el lecho y necesitéis sobaros y lamer el sudor que impregna vuestra piel después de haberos follado a los dos. Me gusta veros así de calientes y encelados como dos gatas...Mis dos muchachos!. Renunciaría a todo antes que a vosotros. Y puede que algún día os obligue a follaros el uno al otro... No estaría mal ver como se aparean mis hermosos esclavos... Besémonos los tres, porque no tengo tiempo para arreglaros el cuerpo ahora... Pero en cuanto volvamos, ni la caridad os libra de ser usados sin piedad como zorras!. Y se acabó tanto moco y tanta lágrima!... Tú, Abdul, tómate el tiempo que quieras para follar con Jafir, porque no vendrá con nosotros esta mañana”. “Gracias, amo”, exclamó el eunuco con los ojos iluminados de alegría y vicio.

Su boca se hacía agua imaginando ya la descomunal verga del joven negro chorreando leche en su garganta. Y luego dentro del culo. Y esa sensación era la mejor para el castrado. Qué lástima que Hassan no quisiese complacer a Alí, que siempre lo miraba con un deseo mal reprimido. Sería estupendo ser follado al lado de su compañero, mientras otro imesebelen, tan joven como Jafir, le atacaba el culo a ese guapo eunuco. Como si fuesen dos yeguas, o mejor terneras montadas a la par por sendos toros bravos. Y así se lo sugirió Abdul a Hassan cuando éste le untaba el ano con su ungüento mágico. En realidad ya no le hacía falta eso para engullirse entera la polla del bello guerrero negro. Y de suyo, si no estaba cerca el otro eunuco, Jafir se la metía solamente con un poco de saliva. Pero a Abdul le gustaba notar la suavidad del aceite en el esfínter. Y además olía muy bien.

Porque la fórmula secreta no era otra cosa que oliva virgen y el extracto de un hongo traído de oriente, que Hassan llamaba reishi. Y el aroma se lo daban unos pétalos de lavanda. Pero el efecto para Abdul era sorprendente. El cipote de Jafir se clavaba en el ano del eunuco como un hierro candente en un trozo de manteca de vaca. Se le abría el culo con la mayor facilidad. Pero Hassan sospechaba, que más que por su preparado, era la natural consecuencia de la calentura que abrasaba todo el cuerpo de Abdul al ver al negro desnudo con su portentoso miembro erecto apuntándole a las cachas. Seguramente, ante tal visión, cualquier otro esfínter enviciado en tomar por el culo, se dilataría de igual forma sin necesidad de placebos.

El rey ya los aguardaba en el astillero y nada más cumplir con las salutaciones, llevó al conde a ver cuanto se había dispuesto para armar el último buque construido, que sería el que utilizasen para navegar hasta Nápoles. Era un buen navío, bautizado con el nombre de “Corb marí gros” y los carpinteros de ribera garantizaban que surcaría la mar con rapidez si tenían buenos vientos. El “Corb”, como le llamaban en la atarazana para simplificar, se trataba de una bonita nave, que no siendo grande en exceso, mostraba un aire muy marinero. Iñigo, curioso y con ganas de aprender todo lo que le parecía interesante, preguntó a que se debía ese nombre para un barco. Y fue el propio rey quién se lo dijo: “Joven, ese nombre tan largo, no quiere decir otra cosa que cormorán. Y es apropiado para una embarcación, por ser un ave acuática muy hábil y dotada para nadar y surdir las aguas del mar. Pesca mejor que ningún otro pescador. Y es muy común en nuestras costas. De ahí el nombre... Satisfecha tu curiosidad?”. “Sí, majestad.... Os quedo muy agradecido, mi señor”, añadió Iñigo. Y el rey también apostilló: “Qué bien educados tienes a tus pajes, conde Nuño. Da gusto oírlos además de verlos”. Tanto Froilán como Nuño quedaron contentos por la seguridad que les daba aquel barco para aventurarse en las aguas del Mediterráneo. Y más al decirles el monarca que la tripulación sería elegida en el último momento, entre los mejores marinos de Cataluña, evitando que alguno tuviese la tentación de irse de lengua y revelar que formaba parte de la expedición a Nápoles.